5 de octubre de 2009

Carlos Reynaldos

Esta mañana me cuentan que mi padre ha muerto.
No fue una sorpresa para nadie, hace años su salud iba en deterioro y ya en Julio fue internado en el hospital, volvió a casa algo recuperado y fue llevado luego dos veces otra vez al hospital hasta que esta semana los médicos dijeron que no había mas que hacer y se volvió a casa, donde murió.
La verdad es que desde los 23 años que vivo en Holanda no tuve mucho contacto con él, las cuatro veces que he ido a Chile sí lo vi, el 2006 pude todavía hablar con el, pero ya el 2008 no sé si siquiera si me reconoció.
Aunque en todo este tiempo era una presencia vaga y lejana, sigue siendo tan importante en mis primeros años.
El mero hecho de haberlo llamado simplemente Carlos y tutearlo toda la vida (lo que no era tan común en los 50’s) da una idea de la cercanía y complicidad en nuestra infancia.
Lo recuerdo jugando con nosotros, revolcándonos en la alfombra, jugando con el perro, llevándonos a mis hermanas a la parada militar, al zoológico, a la piscina, a un show aéreo donde volamos en una avioneta.
Otra vez, en un boliche del barrio, me compró un perrito recién nacido, que elegí de la camada, lo pagó con un billete de cinco pesos, azul, al perro le puse Clarín, por la flor que me gustaba.
Leyendo juntos el Peneca, que lo recibíamos semanalmente de Moisés, el diarero, junto con El Pingüino, que era lectura familiar.
Recuerdo relatos en la noche (dormíamos todos en un dormitorio) sobre los dinosaurios, los patriotas de la independencia, la ciencia y la historia.
Mi padre es un ejemplo de la transición social en el siglo pasado: sus padres apenas terminada su educación primaria, llegaron a hacer una carrera (el en una empresa estatal) para tener a sus hijos en la Universidad, primera generación de profesionales.
El comenzó su educación secundaria en el Liceo de Aplicación, se fue luego a un colegio de curas y finalmente debió dejar sus estudios (que terminó mas tarde dando exámenes de validación).
Su primer trabajo fue en el Club de Septiembre, lugar social en el centro de Santiago, lego empezó como botones en el hotel carrera, recién inaugurado, donde ganaba buen dinero pero que dejó de repente sin dar explicaciones.
Luego de varios empleos precarios trabajó como inspector de buses en una línea entre Macul y Lo Franco (Quinta normal). Fue en el terminal de Lo franco donde conoció a mi madre, con quien se casó en 1948.
Siempre tuvo un sentido de compromiso y responsabilidad social. Primero en un partido nazistoide: Partido Agrario Laborista (PAL), que tenía su sede en lo que fue mas tarde el Comité Central del PS. Recuerdo sobre todo unos deliciosos sándwich en hallulla en el casino, mucho después, miembro de la JS solo rara vez fui a san martín, imagino ese casino ya no existía.
En 1952 el general Ibáñez subió a la presidencia, apoyado entre otros por ese PAL, sectores del PS y otros partidos (se dice que yo, apenas de un año salía a la calle con un cartel por Ibáñez).
Muchos de sus camaradas del PAL tuvieron puestos de gobierno y así fue como entró como auxiliar al Instituto de Seguros del Estado, institución semifiscal, a donde llegaría ser, en el gobierno de Allende, gerente de propiedades.
Solíamos ir yo y mi hermana mayor a su oficina, en el quinto piso del edificio de Ahumada con Moneda. A nosotros nos aprecia algo natural eso de ir por allí, sentarnos en el escritorio, teclear en las máquinas y trabar mas de una vez esas maravillas de calculadoras mecánicas. En todo caso mi padre era querido allí y sus colegas nos apreciaban.
En algún momento en los 50, su compromiso mudó de estos nacionalistas a los comunistas (enemigos jurados entonces, recuerdo salía a gritarle al vendedor de El Siglo que recorría el barrio).
Desde entonces su imagen la veo ligada al PC: me encontraba con el en la Pagoda (CC en Teatino y Compañía), o en el regional Norte en calle san Pablo, sobre una sastrería.
Actos en parques, una vez en la feria de Artes Plásticas en el parque, donde Neruda firmó uno de sus libros para mi hermana, una feria donde la Violeta tenía su puesto, con arpilleras y pinturas.
Ya mas grande, una vez lo acompañé a un penthouse en santa maría donde estaba Neruda alojado, para que firmara algún documento (debe haber sido la campaña del 64). Allí apareció, luego de su siesta, me saludó y me regaló un souvenir de un sputnik soviético que estaba en esa casa.
Como miembro del sindicato y del partido estaba siempre envuelto en movilizaciones sociales: recuerdo haberlo acompañado a la toma de La Victoria, cuando empezaban a construir la precarias mediaguas, desfiles del PC y la CUT, actos de campañas electorales.
Durante los 60, concibió, promovió y consiguió aprobar por ley el Seguro Obligatorio del transporte público, que hasta cubre a los usuarios del transporte público.